Por Catherine Austin Fitts
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"Haz una ley, haz un negocio." — Viejo dicho callejero de New Jersey

 
 

C. Austin Fitts, Subsecretaria de vivienda, conversa, durante un receso, con algunos de los asistentes a su testimonio ante un subcomité del Senado. Ella quería que se establecieran límites más altos a los prestamos respaldados por el gobierno. A su derecha se encuentran Russ Davis, Peter Monroe y Steve Britt.
(Foto cortesía The New York Times / Andrea Mohin)

Como Subsecretaria de Vivienda comisionada para Vivienda Federal, yo era responsable de las operaciones de la Administración Federal de Vivienda (Federal Housing Administration, o FHA), la cual se constituía como el fondo de seguro hipotecario más grande del mundo. La FHA tenía en ese momento entre 50 y 100 mil millones de dólares de fondos anuales en seguros hipotecarios, junto con una considerable cartera de 320 mil millones en dichos seguros, hipotecas en sí, y propiedades. Encabezar la FHA implicaba tener mucho conocimiento acerca de cómo se construyen las casas, cómo las hipotecas financian a miles de comunidades en todos los Estados Unidos, y cómo financian los inversionistas el proceso al comprar acciones en pools de hipotecas. Mis responsabilidades incluían tanto la producción como el manejo de viviendas privadas que contaban con un apoyo público; la gestión de una organización que consistía de 7.000 empleados distribuidos en 80 oficinas por todo el país; y el desarrollo tanto de sistemas como de herramientas informáticas. Además, presté servicio al Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD según sus siglas en inglés) como asesora sobre responsabilidades con respecto a la regulación de mercados financieros, incluyendo la Junta de Vigilancia de RTC, la Junta Federal de Finanzas de Vivienda y el Sistema de Comités de Bancos de Préstamos de Vivienda, Fannie Mae y Freddie Mac.

Cuando dije a Nick Brady en 1989 que iba a trabajar en HUD, dijo, “no puedes ir a HUD... HUD es una cloaca". Aunque mi experiencia como Subsecretaria - arreglando los graves fraudes hipotecarios que habían hecho que el gobierno perdiera miles de millones de dólares durante los años 80 - confirmó que la reputación de HUD era bien merecida, dirigir la FHA me otorgó una invaluable perspicacia con respecto a cómo el manejo gubernamental de la economía, barrio por barrio, realmente perjudica a las comunidades. Entonces, tener acceso a “lo último” de los mercados de bienes raíces e hipotecas, era una oportunidad para mí. Si quieres conocer la verdadera economía de un lugar, desde luego hay que tener un mapa preciso de los flujos de dinero dentro de ese sistema, empezando por la tierra y los bienes raíces. Mi descripción favorita de HUD fue la que hizo, varios años después, un empleado del presidente del subcomité del Senado de apropiaciones para esta entidad: el senador Kit Bond. Cuando le preguntaron que pasaba en HUD, este empleado del congreso dijo: “ la están manejando como una empresa criminal”. [29]

Catherine Austin Fitts prestando su juramento como Subsecretaria de Vivienda ante Jack Kemp, Secretario General de HUD, en abril de 1989. Una amiga de infancia de Catherine está sosteniendo la biblia
(Foto cortesía de Catherine Austin Fitts)

Poco después de llegar a HUD en abril del 1989, empecé a aprender sobre el Programa de Coaseguro de FHA. Desde 1984, HUD/FHA había dejado que las entidades autorizadas de préstamos hipotecarios emitieran crédito federal con el fin de garantizar proyectos de vivienda para edificios de varias familias. Después de distribuir 9 mil millones de dólares de garantías hipotecarias, HUD/FHA estaba en punto de perder casi el 50 por ciento del valor de la cartera – un nivel de pérdidas difícil de explicar con una lógica de mortales. Cuando mi equipo me propuso hacer el rescate financiero de una empresa de hipotecas para que pudiera seguir perdiendo nuestro dinero, pregunté por qué deberíamos gastar dinero para perder aun más del mismo, de una forma que perjudicaría a varias comunidades. Después de un largo silencio, durante el cual mi equipo de 30 empleados estudio sus pies con mucho interés, un alma valiente finalmente me explicó que el dueño y director del banco hipotecario dueño era un donante importante para el Partido Republicano. Escandalizada, dije: “yo soy una donante importante para el Partido Republicano”, y señalé los gemelos presidenciales que adornaban mis puños de camisa francesa. “Me dieron un par de gemelos. Te dan gemelos. No te dan 400 millones de dólares de crédito federal para tirar a la basura”. Mi equipo me miraba como si yo fuera tan ingenua y tonta que no serviría de nada intentar comunicarse conmigo; seguramente pensaron que era mejor dejar que aprendiera a golpes.

George H.W. Bush y Catherine Austin Fitts, recaudando dinero para la campaña a la presidencia del primero en 1988. Catherine obtuvo un par de gemelos presidenciales
(Foto cortesía de Catherine Austin Fitts)

Minutos más tarde, me regañó el entonces secretario de HUD Jack Kemp, quien se encontraba furioso porque yo no había proporcionado un subsidio ilegal para mantener la compañía hipotecaria (pese a sus órdenes de detener cualquier cosa corrupta o ilegal). Los problemas fueron agravados por la opinión del abogado general de HUD, Frank Keating (quién pasó a HUD después de trabajar en el Departamento de Justicia). Keating opinaba que no teníamos que cumplir con nuestros contratos, sino que podríamos revocarlos e ignorar la ley. Si aquellos a los que habíamos hecho daño nos demandaban, según Frank, ya para cuando ganaran sus demandas “nosotros no estaríamos aquí”. Frank estaba encargado de ayudar a escribir y promulgar nuevas leyes y políticas administrativas con el fin de utilizar HUD como fuente de fondos para la guerra contra las drogas. Después de muchas jugarretas y de despotricar demasiado, HUD debía entregar su cartera morosa de coaseguro a un contratista privado llamado Ervin & Associates, una empresa nueva fundada por John Ervin, un ex empleado de NHP (empresa que manejaba propiedades para HUD, pero cuya dueña era la universidad privada de Harvard).

Durante el proceso de limpiar la cartera de coaseguro, tuve la oportunidad de aprender más con respecto a algunos de los tratos sobre bonos de vivienda exentos de impuestos que involucraban los seguros hipotecarios de FHA. Ejemplos de dichos tratos son los que fueron hechos a través de una autoridad de vivienda del estado de Connecticut, por parte de una agente de Dillon Read, llamada Jewelle Bickford, durante los años 80. Bickford tenía mucho apoyo de dos funcionarios de Dillon Read que después invertirían mucho dinero en Cornell Corrections: Ken Schmidt y Birkelund. Esto me fue difícil de entender. A Bickford le gustó usar atajos y mentiras que no me parecían inofensivas. Schmidt compartía con Birkelund un pasado de trabajo en organizaciones de inteligencia. De hecho, trabajó con el ala de inteligencia de la Fuerza Aérea cuando era más joven, al igual que Birkelund, quien se había desempeñado en la Oficina de Inteligencia Naval (ONI). Cuando después me di cuenta del papel que jugaban las agencias de inteligencia en la cartera de HUD, la tranquilidad de estos dos personajes frente a los tratos de HUD en Connecticut, con altos índices de falta de pago, ya parecía tener mas lógica de alguna manera.

Después de que los bonos de vivienda de Bickford se enredaran en la quiebra del coaseguro, Jewelle, de alguna forma, logró hacer que la promovieran, terminando en la vieja firma de Birkelund, Rothschild, Inc. Esto siempre hizo que me preguntara en cuál cuenta bancaria terminaron los 4 mil millones de dólares sacados de los fondos de inversión de la FHA como resultado del coaseguro, sin mencionar los miles de millones más perdidos en los programas para familias de la FHA. Más de 2 mil de millones de dólares se perdieron a causa de la FHA/HUD en tan solo la región de Texas, durante el año fiscal de 1989. La región de Texas también incluía el estado de Arkansas, donde la agencia de dicho estado, ADFA, prestaba un servicio tan deficiente, que la habían descalificado durante un tiempo, según la dirección regional de HUD en Fort Worth. Fue esta misma agencia del estado de Arkansas, la que supuestamente lavó las ganancias locales del tráfico de armas y drogas a través de Mena, Arkansas. [31]

Cuatro mil millones de dólares es, para hacer una comparación, una cantidad que podría comprar una posición predominante en la toma de una de las principales redes de lavado de dinero del mundo. Cuando KKR reunió la caja de guerra en 1987 que les facilitó los medios para hacer una oferta y ganar RJR Nabisco, esta llegó a reunir una cantidad de 5.6 mil millones de dólares.

El dinero es como una bola de masa. Si aprietas una parte, se estira la otra.

Lecciones del Wall Street Journal: El James Forrestal de Dillon Read

James Forrestal, Presidente de Dillon Read, Secretario de la Armada y Secretario de Guerra
(Foto Cortesía de Wikipedia)

El retrato de James Forrestal siempre estaba colgado de manera prominente en uno de los comedores privados de Dillon Read durante los once años que trabajé en dicha firma. Forrestal, un muy respetado socio de Dillon y alguna vez presidente de la firma, fue a Washington en 1940 para dirigir a la Armada durante la Segunda Guerra Mundial, y luego jugó un papel importante en la elaboración de la Ley de Seguridad Nacional de 1947 (National Security Act, la ley que dio paso a la creación de la CIA). Luego se convirtió en Secretario de Guerra (puesto que se conoce ahora como el de Secretario de Defensa) en septiembre de 1947 y sirvió hasta el 28 de marzo de 1949. Dado el modelo inversionista de bancos centrales que rige a nuestro planeta, era adecuado que socios de Dillon, en diferentes momentos, dirigieran tanto el Departamento de Hacienda como el de Defensa.

Poco tiempo después de retirarse del gobierno, Forrestal murió el 22 de mayo de 1949. al caer de una ventana en el Hospital Naval de Bethesda, cerca de Washington, Existe una controversia alrededor de la versión oficial de su muerte, que fue declarada como suicidio. Algunos insisten que tuvo un crisis nerviosa. Otros dicen que se opuso a la creación del estado de Israel. Otros, que argumentó a favor de la transparencia y la responsabilidad en el gobierno, y en contra de las cláusulas establecidas en ese momento para crear un “presupuesto negro” clandestino . [32] Perdió esa lucha, lo que le afectó mucho… y la pérdida fue violenta. Ya que los asesinos profesionales que operan en Washington tienen numerosos técnicas para hacer que personas perfectamente sensatas se suiciden, no sé si esto hace una gran diferencia.

Aproximadamente un mes después, se promulgó la Ley de la CIA de 1949. Dicha ley creó esta agencia y le otorgó la autoridad que se convirtió en uno de los principales componentes de la financiación del presupuesto “negro”: el poder de apropiarse del dinero de otras agencias con el fin de financiar, clandestinamente, a los organismos de inteligencia y a sus contratistas privados. Eso daría paso a un devastador acontecimiento para las fuerzas de la transparencia, sin las cuales no pueden existir el estado de derecho, los mercados libres, o la democracia.

Estudié el retrato de Forrestal, en el que quedo plasmada su mirada fija y solemne, durante muchos almuerzos. Cada vez, me recordaba que servir al gobierno era un deber y un importante honor en la tradición Dillon, pero que también era un negocio peligroso: los comités del Congreso le dieron una paliza a Clarence Dillon; Forestall murió; y Douglas Dillon era Secretario de Hacienda cuando asesinaron a Kennedy.

Puesto que quería entender como funcionaba realmente el mundo, escuché con cuidado. Durante años de almuerzos, cenas y conversaciones privadas, observé y escuché cientos de lecciones sobre cómo cuidarse; trucos para evitar los depredadores en Wall Street y Washington. En medio de muchos maestros conocedores, el liderazgo de Forrestal fue un ejemplo a seguir que me serviría mucho en los años siguientes.

Lecciones de Wall Street: El poder del pueblo

Otra cosa que aprendí en Wall Street es hasta qué punto los que parecen tener poco poder material pueden llegar a tener una gran incidencia en las cosas cuando se organizan con ese fin. Mi ascenso al puesto de socia en Dillon Read se alimentó por un flujo constante de inteligencia entre secretarias, personal de la fotocopiadora, chóferes y empleados leales, cuyos generosidad, astucia y trabajo duro eran un recuerdo constante de que el ascenso a las juntas directivas de Wall Street no necesariamente se basaba en el desempeño, en oposición al privilegio. Uno de los más grandes desafíos como empleada de Dillon Read fue saber donde invertir mejor nuestro tiempo cuando diferentes socios nos estaban presionando para que diéramos prioridad a sus proyectos. Así, un aviso dado por la secretaria de alguien, el cual decía que tal persona me iba a reprobar en las evaluaciones del fin del año, era información privilegiada que valía su peso en oro. Dar la prioridad a aquellos que nos apoyaban en las evaluaciones y en la compensación podría significar la diferencia entre el fracaso y el éxito.

Inmediatamente después de llegar a ser socia, recibí la llamada de un director de personal que buscaba una nueva secretaria para mí. Me dijo que estaban entrevistando a alguien que trabajó en la oficina del Canadian Broadcasting Corporation de Nueva York durante diecisiete años. Se trataba de su primera entrevista desde que cerraron esa oficina. Era absolutamente excelente en su trabajo y si queríamos contratarla había que hacer una oferta de inmediato. El director de personal dijo: “el único problema es que ella es afro-jamaicana, aunque no es muy morena”. Quedé atónita y dije algo como “¿a quién le importa eso?” El tipo de personal dijo: “si yo mandara un negro a una entrevista con la mayoría de los socios de esta firma, me despedirían”. Entonces contraté a Pat Phillips y fui beneficiada por su talento extraordinario hasta que se murió doce años después. En ese momento ella ya era accionista de Hamilton y secretaria de la junta directiva.

Varios años después de que yo fundara mi propio banco de inversión en Washington, recibí la llamada del conductor de uno de los servicios de transporte que usábamos cuando trabajaba en Dillon. Me preguntó: “¿está haciendo un negocio con Ken Schmidt?” Expliqué que sí; que yo le había propuesto que trabajáramos juntos en una transacción impositiva bastante grande y compleja; que tomaría mucho trabajo pero sería un muy buen negocio para ambas compañías. El chofer dijo: “ el estaba en mi auto anoche. Se jactaba de cómo la iba a estafar. Le va a hacer lo siguiente…” Ese era el mismo Ken Schmidt que había revelado las conversaciones entre los socios de Dillon y mi ex esposo. Ken seguía balbuceando indiscretamente sobre sus pecados. Y así el conductor me salvó de cometer el error de intentar asociarme con mi antigua compañía.

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© 2006-2007  Catherine Austin Fitts